“Construía Sócrates una pequeña
casa,
en las afueras de Atenas,
cuando algunas personas le preguntaron
para que serviría esa minúscula habitación.
Él contestó que era para sus amigos.
Admirados le replicaron
que ahí no cabría
casi nadie
y entonces, con su ya tradicional y fina ironía respondió:
¡Qué diera yo por poder llenarla!
Los amigos son así.
Los puedes contar con los dedos de la mano
y siempre te
sobrarán dedos.
Por eso, tal vez no tengas muchos,
pero los que tienes siempre
serán suficientes
para llenar tu alma.”
Un vino nace esencialmente para ser compartido.
De lo contrario, al abrirse y no terminarlo,
deja de ser el vino que fue, en el refrigerador.
¡Así que a compartir con los amigos!
¡SALUD!